Historia
Por Saturnino Rodríguez Miguel
Sancti Spíritus está situado al oeste de la provincia de Salamanca, a tres leguas de Ciudad Rodrigo y a 15 de la capital. Se eleva 756 metros por encima del nivel del mar y se desparrama por una superficie de 15.015 hectáreas, unos 150 kilómetros cuadrados, si bien, solamente unas 3.000 son del vecindario entre bienes de propios, comunales y particulares; el resto son fincas. Linda al norte con Fuenteliante, Olmedo y Retortillo; al este con Martín del Río y Castraz; al sur con Alba de Yeltes y al Oeste con Ciudad Rodrigo y Castillejo de Martín Viejo.
La finca de Medias Fuentes, metida en este término, depende de Olmedo de Camaces al contrario que la dehesa de Gavilán, administrativamente de Sancti Spíritus pero enclavada en término de Tenebrón. Lugar de realengo desde que tenemos datos, pertenece al obispado de Ciudad Rodrigo y al mismo partido judicial. Antaño en el sexmo del Yeltes, hogaño en la Mancomunidad Riberas del Águeda, Yeltes y Agadón.

Anejos y ríos
De los anejos dependientes del municipio los ha habido de todos los tamaños: Vadera Baldía o Las Huertas, a la vera del Yeltes, fue un núcleo de población fundado a finales del siglo XIX por José Gabriel Pérez, oriundo de Ciudad Rodrigo y despoblado en 2002 cuando Antonio Aparicio salió de allí. Entre tanto hubo escuela y llegó al centenar de habitantes. Fuenterroble de Abajo, poblado a la par que el principal, contó con escuela y una magnífica iglesia obra de Juan de Sagarvinaga. De menor entidad son Fuenterroble de Arriba, en cuya ermita se celebra todos los años una romería el día de la virgen del Carmen, Villares, las Ventosas, Gavilán, las Palancas, los Chozones, la Cañada Carbonera, Vistahermosa, Casablanca y los Campos Carniceros. Algunas se repoblaron con gentes venidas de Lumbrales.
El río Gavilanes, antaño rico en truchas, atraviesa el término de sur a norte, como el arroyo del Sotillo y se juntan con el de la Mata del Fraile antes de llegar al Puente de Hierro de la vía del tren, a pocos metros de cruzar la carretera nacional 620 por tres puentes de sillares de granito construidos en el siglo XVIII. El central, o puente Grande, que da paso al Gavilanes, fue destruido por la riada de 1909 y reconstruido unos años más tarde, el de la derecha, el Chico, deja pasar al Sotillo y el de las Gaseosas, a la izquierda, al de la Mata del Fraile. El Yeltes lame el término por el este y acopia, en las Lastras, el agua de los tres anteriores, que, hechos gavilla, acaban de coger las de la Madriega.
Escudo y gentilicio

El escudo fue propuesto por Dalmiro de la Válgoma y aprobado en Junta el día 21 de octubre de 1977 por carecer de él según se informa desde el ayuntamiento. Sobre campo de azur, una paloma de plata, puesta en jefe y en actitud de vuelo, timbrada de corona real cerrada. Es un símbolo ligado al topónimo del propio pueblo ya que, sabido es que, la paloma representa al Espíritu Santo.
En cuanto el gentilicio, la cosa no está nada clara. Tomás de la Torre Aparicio en su Diccionario de gentilicios toponímicos españoles propone que seamos santispiritucenses o santispiritureños atreviéndose, incluso, con la matraca archiconocida de güevos fritos o la menos oída de santilespíritus de indiscutible sabor francés, incubada probablemente a principios del siglo XIX durante la “francesada”. Algunas propuestas han ido por derroteros más rebuscados llamándonos sanctispictureños o, por tener presentes a nuestros hermanos cubanos, ellos espirituanos y nosotros santispirituanos. Pero tampoco. Lo último es santeño, que poco tiene que ver con el topónimo, o lo que propuso Carlos Velasco en el libro de fiestas de la localidad del año 2018, argumentando de esta forma: “Los términos sanctispiriteño y sanctispiritense parecen más ortodoxos lingüísticamente. Y además bastante más fáciles de pronunciar y escribir. El segundo sería la forma culta, igual que lo es, por ejemplo, “salmanticense” frente a “salmantino”. Ahí lo dejamos.
DESDE LOS INICIOS AL SIGLO XVI
Los primeros pobladores de estas tierras se encontraron con un paisaje adehesado; pedregoso y arenero en unos sitios y amajadalado en otros pero con agua, caza y pesca abundantes. Varios asentamientos prehistóricos nos indican que ya en épocas remotas los valles de los ríos Yeltes y Gavilanes acogieron gran cantidad de asentamientos humanos. Entre los que pudieron influir en la puebla de Sancti Spíritus destacan por su proximidad el Abrigo de Camaces, asentamiento neolítico declarado bien de interés cultural en el año 1983. Se asomaron al Yeltes en El Lombo, buscando protección en el castro de la Mesa Grande de Castraz y descanso eterno en varios dólmenes donde se han encontrado gran cantidad de objetos. En las riberas del Gavilanes destacan por su importancia los poblados tardorromanos o visigodos de Las Lastras y Fuenterroble. Sin la necesidad de la protección castreña, el primero es de orientación minera como demuestra la cantera adosada a él. En ambos abundan las tégulas y ladrillos de barro.
En épocas más recientes, las tierras comprendidas entre los ríos Duero y Tajo fueron consideradas “tierras de nadie” y estuvieron a merced de todos los invasores. Por un lado los árabes del reino de Granada hacían constantes incursiones o razzias desde el sur, buscando el botín de guerra con que llenar sus despensas de carne y grano. Por el norte, los primeros reyes del incipiente reino de León propiciaban campañas en las que llevaban a las gentes de estas tierras hacia las montañas del norte, dejándolas yermas y despobladas para que el enemigo almohade no encontrase víveres en su conquista hacia tierras norteñas. Desde el este las hostilidades venían de los propios reyes cristianos del reino de Castilla en guerras fratricidas y por último los siempre incómodos vecinos del oeste, habitantes de lo que después sería el reino de Portugal.
Con todas estas premisas se consideró prioritario en varias ocasiones poblar y repoblar estas tierras rayanas o de frontera, fortificando algunas de sus plazas y dando facilidades y prebendas para atraer a los colonos. La más importante y decisiva política de repoblación fue la llevada a cabo por el rey Fernando II de León. Este monarca dio el espaldarazo a la repoblación de Ciudad Rodrigo y su comarca y entre las medidas más importantes fue la de la concesión del cambio del sillón episcopal desde la diócesis Calabrense hasta la Mirobrigense. Así en 1161 Ciudad Rodrigo cuenta con obispo. Es la diócesis Civitatense. En la actualidad quizá no lleguemos a entender lo que en aquellas épocas significaba para una ciudad y su alfoz ser sede episcopal. Eran centros de poder tan grandes que el propio obispo de Salamanca, temeroso de que el suyo menguara en exceso (por la pérdida de recaudación de impuestos sobre estas zonas), pidió ayuda al de Ávila, Toro y Zamora entre otros y marchó militarmente contra Ciudad Rodrigo, recibiendo una severa derrota.
Los primeros colonos
Los pueblos de la comarca mirobrigense fueron repoblándose poco a poco por colonos del mismo Ciudad Rodrigo o por gentes venidas sobre todo del norte, por ejemplo Bocacara que se repuebla con riojanos, pero también venían del sur y así Alba de Yeltes se nutre de extremaduranos o extremeños. El devaso de Sancti Spíritus se puebla principalmente con colonos de los pueblos cercanos, sobre todo de Ciudad Rodrigo, al que pertenecía, atraídos por las tierras llanas e incultas, con lo que poniéndolas en cultivo pasaban a ser de su propiedad, y las grandes extensiones de dehesas para el pastoreo de sus ganados. Tenían además beneficios fiscales y se beneficiaban de su proximidad a Ciudad Rodrigo, participando en sus mercados, y aprovechando su enclave como lugar de paso de comerciantes entre Salamanca y la villa mirobrigense y en general el mercado entre Castilla y Portugal.
En el siglo XIII ya tenemos un asentamiento sólido a orillas del río Gavilanes y en el XIV un par de vecinos de Sancti Spíritus se convierten en caballeros de alarde en Ciudad Rodrigo. Además, sobre 1475 se construye la iglesia parroquial que aún se conserva, restaurada y cedida por el obispado al ayuntamiento de Sancti Spíritus. Don Máximo Martín Rodríguez en sus Apuntes de la diócesis de Ciudad Rodrigo nos dice que la estructura es de tapial de cal y canto, con bandas de ladrillo al igual que la torre. Un hermoso arco de herradura separa el ábside del cuerpo de la iglesia. El primero tiene cubierta de cañón con lunetos y junto con el arco estaban cubiertos por una capa de mortero y cal quedando finalmente el ladrillo visto, apreciándose un preciso conjunto de estilo mudéjar. Ambas partes están descentradas una respecto de la otra, pudiendo deberse a que se aprovechó alguna de ellas de una construcción anterior aunque don Máximo no le da importancia a este hecho, limitándose a decir que los cuerpos que forman el templo están “ligeramente descentrados”.
El siglo XVI termina con 127 habitantes según el Censo de población de las provincias y partido de la Corona de Castilla en el siglo XVI, edición del capellán Tomás González, 1829.
SIGLO XVII
La historia de Sancti Spíritus estará ligada, para bien y para mal, a la de Ciudad Rodrigo, sufriendo continuas guerras y agresiones por parte de los más dispares ejércitos, de forma que no ha pasado centuria en la que no haya habido tres o cuatro conflictos bélicos, en los que se destruían las casas y se arrasaban los campos, arrancando sus vides, quemando sus cosechas y sembrándolos de sal, mientras los vecinos que escapaban se refugiaban en otros pueblos o en el campo hasta que el peligro pasaba.
Guerra con Portugal
En la guerra de restauración con Portugal (1640-1668) el pueblo es sometido a una presión que soporta a duras penas. Además de aguantar las embestidas del enemigo portugués, ha de mantener a un grupo de soldados del ejército de Felipe IV, olvidado a su suerte en esta frontera, lejana de todos los sitios. En el invierno, cuando el enemigo cesaba, habían de alimentar y mantener a los suyos y en verano las dos cosas: El 12 de mayo de 1665 entran en el cabildo dos vecinos de Sancti Spíritus y exponen los daños que el rebelde hizo el domingo, 10, en su última correría por los campos del Yeltes, principalmente en Castraz, en Bocacara y aquí, de donde se llevaron hasta las ropas de la iglesia teniendo el cabildo que darle las más necesarias. Las levas de soldados, las hambrunas y el clima extremadamente frío de ese periodo hicieron que los 76 vecinos pecheros de 1534 se convirtieran en 61 dos siglos después.
SIGLO XVIII
Los datos más importantes de este periodo los encontramos en el libro del Bastón, de 1770. Son las Respuestas Generales del lugar de Sancti Spíritus al Catastro del Marqués de la Ensenada, contestadas el 3 de febrero de 1752 ante los enviados de la Real Junta por Pedro, Leandro y Santiago Fuentes, Alcaldes. Domingo Vicente y Francisco Truebo, regidores. A Antonio Castaño escribano. Domingo Moro y Francisco Ramos peritos nombrados por dichos alcaldes y regidores y en presencia de don Simón Feliz Estévez presbítero vicario que hace oficio de párroco de la iglesia de este lugar. Se da una descripción física del lugar, con las distancias entre lindes y una relación pormenorizada de cabezas de animales y cantidad de cosecha, detallando los diezmos que se pagan por cada cosa, así como el apunte de que hay 2 pobres de solemnidad y el presbítero anteriormente citado, que hace las veces de párroco por no tenerlo el pueblo propio.
El diezmo
Se recogen en este término las especies de trigo, centeno, lino y linaza. El valor, un año con otro, es de trece reales la fanega de trigo, nueve reales la de centeno, veinticuatro la de linaza y quince reales el quarental (5,5 kg.), de lino en rama. Cuarenta reales cada cordero y cabrito por san Martín; por san Pedro que es también el dezmatorio a cinco reales la cabeza de cerda a las siete semanas de su destete que es cuando se diezman; a cuatro reales la arroba de lana por ser churra, a diez y ocho reales la libra de queso de oveja y la de cabra ocho cuartos.
El diezmo a Dios en especie de granos de todas las semillas es de diez, uno y de cinco, medio, bien sean fanegas, celemines o cuartillos. El diezmo de lino se paga en rama de diez mañas (4.500 kg.) una y de cinco, media y si llegan a nueve mañas, una. El centeno se recoge verde para la manutención de los ganados y por él no se paga diezmo. De los ganados de todas las especies se paga el diezmo de nueve a diez, uno y no llegando a nueve, medio. El diezmo de la lana se paga por vellones de cada diez, uno. Y de las aves también se paga de cada diez, una y de ahí abajo nada.
Entre el voto que se paga al Apóstol Santiago (una fanega de la mejor semilla) y las yunterías, “Un año con otro, tomando un quinquenio, puede percibir el cabildo veintidós fanegas de trigo, sesenta y cuatro de centeno, cincuenta y ocho quarentales de lino, veintidós corderos y cabritos, cinco cerdos, seis arrobas de lana, veinte libras de queso y doce reales de vellón en dinero.”
Oficios y caserío
Hay dos molinos harineros: uno, el Molino de la Ribera de Arriba, de Manuel Blanco oriundo de la Moral de Castro, atendido por el vecino Francisco García, situado por debajo de la cuesta de Alfayate que renta veinte fanegas de pan mediano y otro, el Molino de la Ribera de Abajo, que es de Juan Manuel Martín residente en la alquería de Fuente Roble de Abajo en sus tres partes y de la cofradía de Ánimas de este lugar la parte restante. Está por debajo de la cuesta de las Carretas, arrendado por Domingo Arroyo en veinte fanegas de pan mediado, trigo y centeno. Estos molinos solo muelen al año siete meses y los cinco restantes, aunque el río abunda en agua, les falta porque se le sangra para regar los linos”
De las 77 casas, 72 están habitadas incluyendo la del mesón Doce Cerraduras de don Crisanto Martínez, presbítero de Ciudad Rodrigo, y la de María Arroyo, vecina de Peramato y abuela de don Julián Sánchez el Charro. No hay médico, ni cirujano, ni boticario, ni tendero, nada más un alguacil que hace de barbero sangrador de nombre Antonio Castaño, un panadero, un tabernero y un herrero, especificando las rentas anuales de cada uno para gravarlas con el impuesto correspondiente, que en definitiva, era de lo que se trataba.
Siglo XIX
Donald Horward en su libro Napoleón y la península ibérica. Ciudad Rodrigo y Almeida, dos asedios análogos, 1810 y Carlos Santacara en La Guerra de la Independencia vista por los británicos. 1808-1814 nos dan algunos datos de cómo vivieron la guerra los vecinos de Sancti Spíritus.
La Guerra de la Independencia
La última gran agresión que sufrió el pueblo fue en la Guerra de la Independencia, cuando las tropas francesas en su retirada destruyeron el pueblo y lo incendiaron, quemando totalmente la iglesia y el ayuntamiento con sus correspondientes archivos y obligando a sus habitantes a refugiarse en pueblos vecinos como Alba de Yeltes. Desde que en febrero de 1810 llegaron las primeras tropas francesas hasta su retirada, batidos por el ejército inglés en 1812, no volvimos a levantar cabeza. El 6º cuerpo de ejército al mando del mariscal Ney acampó al este del casco urbano, a doscientos metros de las casas de Sancti Spíritus, de donde queda el recuerdo de la toponimia: los Campamentos. La caída de Astorga en manos francesas hizo que los esfuerzos en la toma de Ciudad Rodrigo se intensificaran multiplicando el número de soldados acampados en el pueblo. La brigada Delabassée llega en el mes de mayo y el general Mermet monta aquí su cuartel general y convierte Sancti Spíritus en un taller de ingenieros con el objetivo de construir varios tramos de dos puentes de caballete que luego utilizaron en la toma de Ciudad Rodrigo.
Los avances y el progreso que nos parecía venir del otro lado de los Pirineos y que varios “afrancesados” abrazaron, pronto se tornó en hambre y muerte. Se llegó a hablar de una reforma agraria, tan necesaria en nuestro campo y en lugar de eso se nos impidió cultivar los campos durante estos años, devastando los cultivos que había cuando llegaron. Fuimos colaboradores involuntarios de todos los ejércitos; del francés, del inglés y del nuestro propio, incluidos los guerrilleros como Julián Sánchez, que era carnicero en Ciudad Rodrigo y nieto de María Arroyo, vecina de Sancti Spíritus. Hemos sido los paganos de las inclemencias del tiempo. El año 1810 fue lluvioso como no se conoció otro. Si los carros de grano se le atascaban a los franceses y no llegaban, pedían pan a los vecinos, que ya no tenían de dónde sacarlo. Cuando se le terminaba el forraje de los caballos comían el nuestro y para aliviar los rigores de los duros inviernos cortaban árboles sin encomendarse a nadie ni pedir permiso alguno. Hubo un momento que dijimos basta y nos negamos a pagar las requisas que nos eran exigidas. Entonces los soldados se llevaron rehenes hasta que no tuvimos más remedio que ceder y pagar, pero lo hicimos en dinero en vez de en grano que es lo que ellos querían. El ejército inglés no era mejor: en Castelo Bom el general Craufurd golpeó de mala manera al gobernador civil porque no le entregaba una cantidad de trigo que no la había en todo el distrito. Los guerrilleros, que eran nuestros defensores, se llevaban nuestro ganado porque decían que tenían que comer. ¿Y nosotros?
Construyeron hornos de pan en Sancti Spíritus, en la iglesia, en Alba de Yeltes y en Pedrotoro, pero no era bastante. El pillaje y los abusos estaban a la orden del día. Como no tenían suficientes carros para transportar la impedimenta necesaria para tal cantidad de hombres y caballos, requisaron los nuestros, con bueyes, caballos, burros y mulas.
Las lluvias no cesaban y el camino que utilizaban desde Salamanca a Ciudad Rodrigo pasando por Matilla, San Muñoz, Alba de Yeltes y Pedrotoro se hizo impracticable, convirtiéndose en un fangal donde quedaban atascados los carros con los víveres y el armamento pesado. Decidieron entonces variar la ruta pasando por Sanctis, lo que empeoró mucho más la situación porque eran cientos los carros y miles los soldados y caballos que pasaban diariamente en ambas direcciones, cogiendo, unos y otros, lo que le venía en gana.
Cuentan los soldados del ejército aliado acampados en Sancti Spíritus el día 13 de junio de 1812 que el terreno entre Ciudad Rodrigo y San Muñoz lo han encontrado hermosamente arbolado y admirablemente adaptado para acampar tropas al haber gran abundancia de agua, mientras los árboles protegían con su sombra del sol abrasador de junio. Otra cosita fue.
Benito Pérez Galdós en el libro La batalla de los Arapiles de sus Episodios Nacionales, relata una historia que se desarrolla en este pueblo cuando los ingleses le pisan los talones a los franceses y el dramaturgo hace pernoctar aquí al mismísimo duque de Wellington después de pasar bajo un arco del triunfo fabricado con ramas y tan mal hecho que se le cayó encima al pasar por debajo.
Las guerras carlistas
Rematamos el siglo con las guerras carlistas, que en el caso que nos ocupa, la peor fue la tercera (1872-1876). A los impuestos sobre la comida, la bebida, el combustible y la sal se suman el de puertas, ventanas y balcones además de las continuas levas de soldados y requisas de caballos. Desde el ayuntamiento se manda un comisionado a Salamanca para decirle que no quedan mozos ni caballos en el pueblo, y que los que hay no sirven por ser muy pequeños, viejos e inservibles. No cuela, y a pesar de “las penurias por las que está pasando el ayuntamiento”, tienen que pechar con las tasas que le corresponden. Cuando el 28 de febrero de 1876 el pretendiente al trono, Carlos María de Borbón, cruzó la frontera francesa al grito de “¡volveré!” el ayuntamiento decide celebrar un día de fiesta. Es el 12 de marzo: misa, tedeum, responso y por la tarde corrida de novillos y muerte de una vaca embolada. Años después, el 10 de noviembre de 1900 el alcalde hace saber que se suspenden las garantías constitucionales y se vigilará a la gente con tendencia carlista. El cuento de nunca acabar.
Bocacara y Valdecarpinteros
En 1871 el gobernador civil pide parecer al ayuntamiento sobre la supresión del municipio de Bocacara y su agregado Valdecarpinteros, contestando que era muy conveniente que se incorporaran a Ciudad Rodrigo, por tenerlo así solicitado, pero en 1872 vuelven a pedir a la corporación su aprobación para agregarle Bocacara y Valdecarpinteros a lo que los de Sancti Spíritus se niegan rotundamente por carecer de arbitrios suficientes para acometer tal empresa así como porque el río que los separa se desborda cuando hay avenidas y están incomunicados más de ocho días, por eso, aunque Ciudad Rodrigo está más lejos, conviene más a todos.
Comunicaciones
La centuria termina con la construcción del ferrocarril (1885) y la carretera de 3º orden sumiendo definitivamente en el olvido la Cañada Real que discurre por el lindero sur del término municipal y fue, durante siglos, la principal vía de comunicación. Con el dinero que se recibió por las expropiaciones se compró un reloj de torre para la campana del ayuntamiento, se construyó un frontón, la plaza Mayor se amplió al comprar algunas cuadras y tirarlas, construcción de cuatro charcas y un caño. En 1870 se solicita el servicio de correos instalando oficina en el pueblo, en 1898 un puesto de la Guardia Civil que es concedido al año siguiente.
Desamortizaciones
La desamortización de Madoz de 1855 (la cuarta promulgada tras las de Godoy, Bonaparte y Mendizábal) amenazó el patrimonio municipal enajenando algunas fincas, pocas si tenemos en cuenta lo que se pretendía en un principio, quedando exentas el Montito y la Berzosa, por ejemplo, de más entidad y extensión que lo enajenado. Para librarse de la quema el ayuntamiento se agarró a la diferencia que hay entre bienes de propios y comunales, siendo los primeros pertenecientes al ayuntamiento y por tanto enajenables, y los segundos al común de vecinos quedando fuera de las garras de esas leyes. Es una línea fina y a veces confusa, pero en este caso suficiente para que el pueblo no se quedara sin los terrenos de los que comía la mayor parte de los habitantes. El estado, una vez vendidos los predios, se comprometía a pagar al ayuntamiento un 20 por ciento de lo cobrado en la transacción, pero pasaban los años sin ver un duro, metidos en litigios interminables, enviando comisionados y delegaciones a la capital para cobrárselo a gobiernos que nunca pagaban por tener una hacienda eternamente en bancarrota.
Siglo XX
El alumbrado público mediante electricidad (1916) y el teléfono (1919) son inventos que se incorporan a la vida de los vecinos este siglo. Dos tejares, uno al sitio de Valdecarpinteros y otro cerca de la estación del tren abastecen de tejas al municipio y el caserío, amontonado alrededor de la ermita, se expande colonizando las eras en los años cuarenta y, antes, las ciénagas que ocupan lo que hoy es la calle Pantano y alrededores. Las casas eran de fábrica muy modesta, de barro y adobe con un zócalo de canto rodado. La casa se empezaba a construir en el barrero, amasando el barro, que era gratis, hasta que llegó el ladrillo y el cemento, y se pudo pagar. Adosado tenía el corral con un portalón las casas más pudientes, que podían tener algún recerco en puertas y ventanas de cantería. El techo, tejivano, con vigas de roble, cuartones y las tejas sobre la jara. La distribución era un portal o recibidor, de donde salían la puerta para la cocina, que estaba al fondo y sin ventanas y las alcobas con ventanas pequeñas. Las paredes se encalaban y los suelos se frotaban con una mezcla de barro y excremento de vaca.
Es el siglo de la escasez en su primera mitad. El de la República y la Sociedad de trabajadores de la Tierra que ocuparon Fuenterroble de Abajo, el de la Guerra Civil y la dura posguerra. Es el siglo de la explosión demográfica, que llegó a su cénit en los años 50 con 2420 habitantes, aunque la natalidad fuerte se produce en la década de los 60 pero ahí empieza también un abandono brutal del pueblo en busca de oportunidades para mejorar las condiciones de vida. La mortalidad infantil superaba el 40 por ciento al empezar el siglo y se acercaba al 3 por ciento en el año 2000. El siglo que necesitó una iglesia más grande porque la “vieja” se quedó pequeña y un cementerio nuevo; y se asfaltaron las calles, y se canalizó el agua corriente permitiendo tener váter en casa y lavadora, y llegó la autovía sacando la carretera del centro del pueblo, y en los sitios de los que extrajeron las zahorras para esa obra han quedado unos huecos llenos de agua que llamamos chabarcos y utilizamos como zonas de recreo, para el baño, la pesca o para observar aves…
Entrados en el siglo XXI vemos que hemos mejorado las condiciones de vida del pueblo en el último cuarto de siglo más que en los 600 años anteriores. Dicen que ahora le toca el turno a la fibra óptica de no sabemos cuánta velocidad. De mucha.
SANCTI SPÍRITUS EN LA ACTUALIDAD
Por Juan Vicente
Situado a 68 Km. de Salamanca y a 17 de Ciudad Rodrigo, con una línea regular de viajeros (El Pilar), y por tanto con unas envidiables comunicaciones, nuestro pueblo cuenta con unos muy buenos servicios y lugares de ocio, destacando los siguientes:
Piscinas municipales. Hay tres en funcionamiento, de las cuales sobresale la grande, que por sus dimensiones hace las delicias de cualquier nadador profesional. Pabellón de deportes: Un edificio preparado para diversas competiciones, que se desarrollan a lo largo del año. Bien preparado y equipado. Gimnasio municipal, con abundantes aparatos y material para poner el cuerpo a punto. Centro cultural; edificio moderno y vanguardista, donde se realizan diferentes actividades, sobre todo teatro. Centro multiusos enclavado en la Iglesia Vieja, se usa también para muchas actividades, sobre todo exposiciones y representaciones. Biblioteca y aula de informática. Frontones: Además del antiguo, contamos con uno muy moderno, cerrado y de reglamento, aún no inaugurado oficialmente. Colegio comarcal de educación infantil y primaria y guardería para los más pequeños, hogar de mayores que también alberga el centro de día. Contamos con centro médico, velatorio, cuartel de la Guardia Civil, farmacia, comercial veterinaria. Además de estos servicios hay panadería, supermercados, bares y restaurantes, bancos, carpinterías, fontanerías, cerrajería, gasolineras, taller mecánico, centro parroquial e instaladores de equipos eléctricos.
Polígono industrial. Situado a 2 Km. del pueblo, con una extensión de 42 Ha. fue inaugurado el año 1995. Está gestionado por SEPES, y en la actualidad hay instaladas en él 13 empresas. Como dispone de 120 parcelas, queda mucho terreno sin ocupar. Bien urbanizado, consta de 11 calles: Majadal, Cuadros de la Vía, Berzosa, Tesos, Roble, Miradores, Los Pinos, Las Huertas, Las Trece Luces, La Encina, La Dehesa. Destacan en él, además de las dos gasolineras, el hostal Europa, La ebanistería, la cerrajería, la fábrica de obleas (ANCHO), el almacén de materiales de construcción Hnos, Martín, el almacén de piensos y la fábrica de palets, aunque no solo de estos servicios se vive en el pueblo. Hay un grupo de agricultores, que viven sobre todo de la ganadería vacuna y lanar y del cultivo de pequeños huertos. Para terminar, quiero destacar nuevamente, que Sancti Spíritus cuenta con unas comunicaciones admirables, ya que además de la línea que hace el trayecto Ciudad Rodrigo Salamanca, la A-62 pasa rozando el pueblo y la vía férrea, en trance de ser electrificada, discurre a 1 Km. del pueblo, aunque la estación no tiene actividad en la actualidad.
Rodeado de un entorno natural muy atractivo, este pueblo merece la pena visitarse.